lunes, 19 de agosto de 2013

De como me volví vegetariana



Nací omnívora. Me destetaron con apenas un mes de nacida, así que me cambiaron los beneficiosos nutrientes de la leche materna para inyectarme los que no me correspondían, los de la leche de vaca. Mi madre era muy jóven e igual intentó hacer lo mejor y me alimentaba con bibierones de muchos cereales y leguminosas, cosa que marcó mi digestión.

Cuando pude hablar, como buena Mafalda, odiaba las sopas  y exigía un trozo de carne a cada cucharada a lo que mi paciente madre obedecía. Más crecidita, era amante de la carne, las fritangas, el pollo y moría por un buen pescado, que en mi ciudad natal era caro y difícil de encontrar. A diario mataba a muchos seres vivos para saciar mi hambre de sangre, inclusive, algunas veces pedía que la carne quedara con sangre para poder apreciar su sabor natural.

Un día, a la edad de 18 años sentí que algo en mi cuerpo no iba bien. Los excesos adolescenetes de alcohol, cigarro y alguna droga estaban arrunando mi memoria y mi mente que siempre estaba abierta y despejada. Por esta razón y sólo por ello decidí limpiar mi cuerpo de toxinas y dejar atrás todas las carnes, alcohol, cigarrillo y sustancias tóxicas.

No leí ningún libro. Simplemente dije a mis padres: desde hoy soy vegetariana. Ambos rieron al unísono, pero comprensivamente cocinaban diferente para mí.  Continué comiendo huevos y comidad con sustancias que desconocía que eran hechas de animales, como la gelatina. Me encontraba en el preludio de mi vida como vegetariana.

El novio de ese entonces, se ofreció a ayudarme a mantener firme mi decisión. Muchas veces me sacó de la boca trozos de pescado, 'pescado' en algún coctel poético al que solíamos asistir. Él me cocinaba platos deliciosos y me animaba a ser vegetariana, aplaudía y admiraba mi decisión, decisión que en ese momento él no era capaz de tomar, pero que posteriormente aplicó con disciplina. 

Dos años más tarde conocería una doctrina espiritual que me haría conocer gente que vivía el vegetarianismo con naturaleza y entendía sus usos, más allá de las cuestiones físicas. Sin embargo al poco tiempo de dejar de comer animales experimenté muchos cambios a nivel sensorial. El nivel de percepción, ese que pierdes cuando creces, apareció de nuevo y comencé a experimentar que estaba en armonía con la energía creadora. Ya no mataba seres vivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario