lunes, 19 de agosto de 2013

Veganismo,el siguiente paso


El veganismo no era una dieta que contemplaba.  Me sentí bien como vegetariana y hasta el momento y durante 16 años no me había planteado hacerlo, sin embargo el veganismo estaba abriendopasos a locales y restaurantes que a mi llegada a Barcelona eran impensables, así que bendecía a los veganos y frecuentaba sus restaurantes, además porque mi dieta - Lacto-vegetariana- no contemplaba huevo y muchos restaurante vegetariano lo utilizaban, lo que aveces complicaba las cosas. 

Pero una constante en mi vida me había acompañado desde los dos años: la rinitis alérgica, con algunos episodios de asma.  Desdesperada busqué alternativas, vacunas, terapias, medicinas alternativas, hasta que finalmente visití a un acupunturista, no sólo pro la alergia sino por mis frecuentes dolor de estómago.  Implacable me advirtí que debía abandonar todos los productos lácteos, que con mi dieta eran frecuentes. Y aunuqe leche como tal bebía muy poca, si que comía quesos y yogurts.  me explicó que la leche crea una mucosa en todo el aparato digestivo y aumenta los mocos, por lo que es normal que tenga mocos, además irrita, lo que afecta mi estómago.  'Lo más problable es que terminens teniendo cáncer si no dejas la leche'. Con este argumento, dejé a mi pesar los lácteos.

Hace un año soy vegana. en algunos momentos tomé miel, pero nunca más lacteos.  Mi alergía ha disminuído un 50% y casi en su totalidad con la limpieza hepática de la que hablaré más adelante. Mis dolores de estómago han desaparecido y además me he acercado al mundo Vegan, que una de sus motivaciones es proteger el maltrato animal. 

Además he conocido nuevas formas de cocinar, que no duraron mucho.  Porque ahora soy alcalina, lo que explicaré en otro post con más detalle.  Sin embargo, cuando voy a un restaurante es más fácil decir soy vegana a soy alcalina, pero todo llegará.

Y con respecto a la imágen, yo haría más alución a la dieta alcalina, donde realmente 'cortamos la basura' y comemos realmente sano. 

De como me volví vegetariana



Nací omnívora. Me destetaron con apenas un mes de nacida, así que me cambiaron los beneficiosos nutrientes de la leche materna para inyectarme los que no me correspondían, los de la leche de vaca. Mi madre era muy jóven e igual intentó hacer lo mejor y me alimentaba con bibierones de muchos cereales y leguminosas, cosa que marcó mi digestión.

Cuando pude hablar, como buena Mafalda, odiaba las sopas  y exigía un trozo de carne a cada cucharada a lo que mi paciente madre obedecía. Más crecidita, era amante de la carne, las fritangas, el pollo y moría por un buen pescado, que en mi ciudad natal era caro y difícil de encontrar. A diario mataba a muchos seres vivos para saciar mi hambre de sangre, inclusive, algunas veces pedía que la carne quedara con sangre para poder apreciar su sabor natural.

Un día, a la edad de 18 años sentí que algo en mi cuerpo no iba bien. Los excesos adolescenetes de alcohol, cigarro y alguna droga estaban arrunando mi memoria y mi mente que siempre estaba abierta y despejada. Por esta razón y sólo por ello decidí limpiar mi cuerpo de toxinas y dejar atrás todas las carnes, alcohol, cigarrillo y sustancias tóxicas.

No leí ningún libro. Simplemente dije a mis padres: desde hoy soy vegetariana. Ambos rieron al unísono, pero comprensivamente cocinaban diferente para mí.  Continué comiendo huevos y comidad con sustancias que desconocía que eran hechas de animales, como la gelatina. Me encontraba en el preludio de mi vida como vegetariana.

El novio de ese entonces, se ofreció a ayudarme a mantener firme mi decisión. Muchas veces me sacó de la boca trozos de pescado, 'pescado' en algún coctel poético al que solíamos asistir. Él me cocinaba platos deliciosos y me animaba a ser vegetariana, aplaudía y admiraba mi decisión, decisión que en ese momento él no era capaz de tomar, pero que posteriormente aplicó con disciplina. 

Dos años más tarde conocería una doctrina espiritual que me haría conocer gente que vivía el vegetarianismo con naturaleza y entendía sus usos, más allá de las cuestiones físicas. Sin embargo al poco tiempo de dejar de comer animales experimenté muchos cambios a nivel sensorial. El nivel de percepción, ese que pierdes cuando creces, apareció de nuevo y comencé a experimentar que estaba en armonía con la energía creadora. Ya no mataba seres vivos.

sábado, 17 de agosto de 2013

Calidoscopi Maniac o como ser un 'Supervivor'


Si, supervivor, porque survivor ya somos.

He creado varios blogs, mantenido muy pocos, porque hay que decidir entre ser monotemático y coherente o hacer una bitácora libre y difícil de clasificar.
Calidoscopi maniac, título inicial de este bloc pretendía plasmar miradas personales y maniacas bajo mi crisol particular.

Pero como el tiempo se consume velozmente en este universo, he decidido arriesgarme e intentar escribir, sin tantas limitaciones una bitacora de como sobrevivir en este mundo tecnológico, dominado por intereses ocultos que forjan nuestros pensamientos antes de nacer.
No pretendo nada profundo, simplemente compartir vivencias y aportar 'técnicas de sobrevivencia' que nos permitan vivir mejor.

Antes debo decir cuales son mis intereses o al menos los intereses que quiero que se interconecten en este blog y que de una u otra manera tienen que ver con hacer una vida más placentera.  Está claro que hay que utilizar la imaginación, algunas veces el riesgo de cambiar y sobre todo la fascinación por la experimientación.
Así que hablaré regularmente alimentación natural, productos sostenibles, ciudades ideales o también, críticas sobre prácticas que destruyen el planeta y por ende a nosotros mismos.

Todo basado en la experiencia personal, errores y aciertos que han hecho de mi lo que soy y por ellos estoy abierta a que quienes quieran, también escriban en el blog.  La comunidad de los audaces, aveces es más pequeña de lo que imaginamos!

sábado, 6 de abril de 2013

De cómo vine y por qué me quedé en Barcelona



- ¿Cuánto tiempo piensa quedarse?
- 3 meses... más o menos.
- ¿Más o menos?
- Sí... igual me gusta y me quedo más, pensé.  pero no dije nada porque el treceavo derecho humano está prescrito.

Éste fue el díalogo que tuve con el director de aduanas que me miró con desconfianza y amablemente me hizo perder mi conexión a Barcelona.   
Igual aterricé en Barcelona, después de más de 12 horas de viaje y otras de espera. Traía 300 dólares en la cartera y un bebé de 6 meses en los brazos. 
Desde mi llegada. siempre he pensado que los noviembres son glaciales, porque así se me quedó el cuerpo cuando por fín decidí salir y familiarizarme con el cielo que había escogido para vivir.


Mi hijo, que había dormido durante más de 10 horas de vuelo, no sabía que le habían cambiado el aire, la tierra, el agua, que le habían asignado el destino al nacer.  Sus padres caprichosos y aventureros, lo habían dejado sin abuelos, sin montañas, en aras de un futuro sin violencia.

Violencia. Esa palabra que he escuchado tantas veces que ya perdió su sentido, pero que a través de los años he revaluado.  De hecho hoy  hablaba con otra colombiana y analizabamos esa violencia que llevamos dentro.  Quizas producto de nuestro origen, violaciones continuas y normalizadas de los colonos a los aborígenes. Historia pasada, poco documentada y olvidada.  Historia que ha dejado sembrada las semillas de lo que ahora es la historia de América.
Pero la violencia no está sola, se alimenta del miedo, del rencor y de la ignorancia.  Teniendo en la distancia esos ingredientes, mi caleidoscopio maniaco de lo aprendido iba dando unos visos muy extraños.

Corria a ser la primera en la fila del supermercado y no entendía porque la gente me miraba extrañada.
Miraba con recelo a todo aquel que se me acercaba y me sorprendía que no me dijeran piropos... que gente más extraña pensaba.  Pasaba las calles corriendo, aunque el semáforo estuviera en rojo.

Y lo peor de todo... cuando escuché que ETA, avisaba cuando ponía bombas, pensé ... ¿Qué sentido tiene avisar?
Si, esa palabra corria por mis venas. No me costó acostumbrarme a la tranquilidad de Barcelona, a caminar hasta altas horas de la noche tranquila por la calle,a sacar dinero de los cajeros sin mirar a todos lados. Y por su puesto no me costó acostumbrarme al mar... al precioso y azul mediterràneo.

Por otro lado, extrañaba regatear, pedir descuentos, rebaja y ñapa. A llegar puntual a las citas, a hablar en voz alta, a ir en metro y sólo ver oscuridad a través de sus ventanas y entonces así, a tener que mirar la gente que casi siempre tenía ojos de tristeza.
Ya no comparaba los precios de nada, me hubiera deprimido. Ya no comparaba nada, nada era comparable.  pero un caleidoscopio de sensaciones empezaba a construirse de mi.  Un efecto de luz que duraría muchos años en poder distinguir formas y colores.  Un caleidoscopio que hoy puedo sentarme y disfrutar, mientras contemplo el iluminado Tibidabo, frente a la ventana de mi salón.